Seguramente, esto que voy a contar surga de un pequeño rebote, porque soy un orgulloso, y me hace falta una buena dosis de humildad, pero necesito contarlo.
Esta tarde, he ido a confesarme, porque ya me hacía falta, en verano siempre me relajo y lo dejo pasar. He acudido a Santa María la Mayor, que está muy cerca de donde habito. Después de buscar un confesionario para confesarme en español (el italiano aún no lo domino), y después de esperar un bueb rato a que una mujer terminara, por fín llegó ese momento que tanto estaba esperando, la verdad, lo necesitaba, y hasta ahora, la penitencia siempre había sido para mí, un acto de alegría, porque siempre salía feliz de ella.
Pero esta vez ha sido distinto, primero un confesionario de estos antiguos que no se ven nada, pero bueno, eso no es lo más importante, aunque prefiero poder hablar cara a cara. Pero lo peor para mí ha sido el rapapolvo que me ha metido, y sobretodo después de decirle que era religioso.
No lo sé, pero creo que una confesión, no puede convertirse en un interrogatorio, y después, que es donde verdaderamente me ha herido, y por eso he salido como un toro herido, me ha pedido el acto de constricción, y le he dicho que no lo sabía, y me ha contestado que era una vergüenza.
Puede ser, que sea una vergüenza que no lo sepa, pero nunca había oído hablar de este acto hasta el año pasado que lo hablamos una vez en casa. Ahora me lo tendré que aprender, porque aquí en Italia si que se usa esta oración.
En fin, sólo quiero marcar y señalar, que yo creo en otro tipo de Iglesia, una Iglesia, donde no todo se centre en conocer una serie de oraciones, y cuantas más sepas y digas, eres más santo, aunque no está mal todo esto, pero el cristianismo en que yo creo es distinto de este. No podemos seguir enseñando esta clase de cristianismo, y ojo, no quiero decir que nos tengamos que relajar en el aspecto de la oración, pero son muchos los caminos que llevan al Señor, y este tipo de camino quizá no es el más adecuado para llegar a los jóvenes.
En fin, perdonad este desahogo, fruto de una herida interna, y espero que alguno comprenda lo que quiero decir. Otro día hablare sobre la idea de Dios que yo tengo.
Un fuerte abrazo.
3 comentarios:
Menuda sorpresa te llevaste. Es tremendo encontrase en una situación así. ¡¡¡Cambia de confesor!!!.
No tengo mucha idea de estas cosas pero quizá puedas buscar a alguien que confiese mirando a los ojos, acogiendo y entendiendo lo que dices, escuchando y ofreciendo la Palabra de Dios como respeta, animando a cambiar y a no pecar más, invitándote a comer o invitándose a comer a tu casa, haciéndote arder el corazón cuando te hable caminando contigo, sentándose junto a una fuente y hablando de bienaventurados, que te hiciera sentir el abrazo del Padre del hijo pródigo o el calor que sintió la oveja extraviada al ser colocada en los hombros del pastor que salió a buscarla... ¿Dónde está? No lo sé pero a mi me han dicho que vive, a EL quiero encontrar para caminar y abirle mi corazón... para ir tirando intento buscar a algún hombre que me escuche un poco y me ayude en una parte (solo una parte) del sacramento de la RECONCILIACIÓN. Lo que intentaste celebrar no fue un sacramento ya que alguien estropeo el encuentro con Dios.
(Decía que no sabía pero me ha salido un comentario majete, estoy contento, aún me acuerdo de alguna cosilla). Si se enteraran mis amigos de todo esta explicación se echarían a reír.
Por cierto, me ha gustado mucho el título de tu blog. Es un diario de un carmelita en Roma. Alguien me dijo una vez que Roma es la ciudad donde hay más fe del mundo ya que todo el mundo la pierde cuando va. Espero que tú recojas mucha de esa fe que otros hemos perdido para que la tuya crezca. Ya nos irás contando, estaremos atentos a esta pantalla.
Mi nombre es Marcos.
Caro fratello:
He leído a Juan Antonio que decía ¡¡¡Cambia de confesor!!!.
A mí me parece que tal vez ese era el confesor que necesitabas, el que te colocó ante tu realidad. Es muy fácil encontrar a alguien que te diga que guapo eres aunque sea mentira y decir que buen amigo es, pero decir la verdad y enfrentarte con ella cuesta. Dice S. Pablo que quien juzga la Ley no la cumple, se sitúa por encima de ella. si tu madre te dice cosas que no te gustan no se te ocurre por ello cambiar de madre, decir ésta no es mi madre, cuando Jsús le dice al joven rico, después de éste jactarse de cumplir los mandamientos y esperar una felicitación, una cosa te falta se le puso cara bobo y cuando escuchó anda vende lo que tienes dalo a los pobres y después siguemé el joven se marchó entristecido, seguramente mascullando entredientes y ¿éste se cree el Mesías?, yo cumplo lo que está mandado. Nuestra riqueza no siempre es material. Como me dijo un cura amigo el otro día: kilos, dinero y pecados todo tenemos que perderlo.
Un abrazo desde el Carmelo
Vaya vaya.....hola Xavi, Cortinitas ataca de nuevo. El tema que sacas hoy, me pone.
Yo opino como Marcos, incluso en su impresión sobre su propio comentario, bonito donde los haya. E idílico e imposible donde los haya tambien. A ver por qué si no, se han llenado las consultas de los psiquiatras y vaciado los confesonarios. Desde luego te encuentras una foca como esa, y es pa echar a correr y no parar hasta Murcia (yo habito en los Pirineos).
De todos modos, pa temblar lo que te pasó, pero hasta que te pase como a mí que me preguntaron una vez qué hacía con las manos cuando me duchaba...???????? (VERIDICO). Y como ya me conocéis le contesté al fulano ese que me duchaba mi novio con la mano. Esta historia no es coña. Es patéticamente cierta. Me pillé a una de esas joyas eclesiales que deberían estar en algún museo de fósiles del Pleistoceno Medio en vez de confesando, y me soltó está perlita. Casi me da un síncope pero salí airosa de la ocasión. El aún debe estar allí, porque lo dejé seco. Estaréis conmigo en que hay gente que necesita ayuda y lo peor es que andan sueltos por ahí haciendo daño. Porque no voy a repetir lo de Marcos, es demasiado bonito lo que escribe, pero si las cosas fueran así, la gente acudiría más a ese Sacramento, adulterado y falsificado por parte de la misma Iglesia, que lo convierte en un tercer grado en muchas ocasiones. Al final nos confesamos con Dios y tan ricamente.
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