21 «No todo el que me diga: `Señor, Señor', entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre que está en los cielos.
22 Muchos me dirán aquel Día: `Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?'
23 Y entonces les declararé: `¡Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes de iniquidad!'
24 «Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca:
25 cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aque-lla casa; pero ella no cayó, porque estaba cimentada sobre roca.
26 Y todo el que oiga estas palabras mías y no las ponga en práctica, será como el hom-bre insensato que edificó su casa sobre arena:
27 cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, irrumpieron contra aquella casa y cayó, y fue grande su ruina.»
Este es el evangelio del próximo domingo. Hoy, como todos los jueves en mi comunidad, hemos realizado la lectio divina sobre el evangelio del próximo domingo. Como siempre, me he dirigido rutinariamente a ver como el hermano de turno había preparado la dinámica de la lectio, y si hacía falta, criticarlo (sí, lo sé, no está bien, pero lo hago). Hace tiempo que la Palabra no me llegaba, mis ecos sobre la lectura eran meramente intelectuales o exegéticos (una de las tentaciones del teólogo, olvidar que es Palabra de Dios). Pero hoy el Espíritu me ha sorprendido, me ha tocado, ha inundado mi ser. Mis pupilas se han inundado de lágrimas, porque me ha puesto delante de mi realidad.
Sí, mi realidad, mi hipocresía, "no todo el que me diga Señor....". Escrutando la Palabra, me ha llevado a un pie de página del profeta Amós, donde la Biblia de Jerusalén afirmaba que los profetas muchas veces denunciaban la hipocresía religiosa, se creía estar en paz con Dios porque se cumplían ciertos rituales (sacrificios, ayunos,..)despreciando los mandamientos más elementales de justicia social y amor al prójimo.
Entonces, he aplicado esto a mi vida. Y..... sí, realmente soy un hipócrita, personalmente, cada vez que salgo de casa a la escuela y me encuentro delante de casa toda la gente que viene a Cáritas a desayunar y poder hacer una ducha decente, esta dura realidad, me pone delante de mí una cuestión fundamental, ¿porque ellos no y yo sí? ¿Cual es mi relación con ellos? ¿Los acepto, los rechazo, o lo que es peor, me es indiferente? Ellos ante el evangelio del domingo pasado, donde se decía que no nos preocupásemos por el pan porque Dios provee, me preguntan ¿donde está tu Dios? ¿Por qué permite estas cosas? ¿Si soy un hombre como tú, con los mismos derechos, pero que he nacido en un país que ha sido explotado por vosotros europeos y ahora está en la miseria, que he tenido que dejar casa, familia, amigos; que tuve que pasar por una aventura muy peligrosa para venir aquí, y luego aquí soy un marginado, otro número del cuarto mundo, entonces si soy igual como tú, porque tú comes todos los días de caliente y duermes bajo un techo y yo no?
Son muchas la preguntas que me cuestionan. Si en mi vida religiosa, no tuviera un plato caliente todos los días, si no tuviera una cama donde dormir, si no tuviera una pequeña paga para mis "caprichos personales", ....¿seguiría siendo carmelita? No lo sé, la verdad, y esto también se puede pasar al campo de los afectos ¿y si no tuviera una comunidad que me aprecia y que me apoya? Pufff..... en fin, que como ponía en el título, si viene una tempestad, y hacer crecer el río, seguramente mi casa se iría a pique, porque estoy construyendo sobre arena. Si el Señor me hiciera como a Job, que le quitó todas sus riquezas y toda su familia para ponerlo a prueba, ¿seguiría siendo fiel?
En fin, no sé donde estoy poniendo mis fundamentos, pero ¿de que me sirve el ir a misa o el rezar todos los días si luego me apoyo en mis fuerzas? Ese ha sido siempre el gran pecado del hombre, el querer ser como Dios y el no aceptar su pequeñez, y ese es mi pecado en este momento. Pedid al Señor por mí para que me dé el don de la humildad.
Unidos en Cristo (Fr. Xavi)
2 comentarios:
Ayer pensé que una forma de humildad es el agradecimiento. Me ví renegando de las cosas que había hecho mal durante el día, pero me dí cuenta de las que debía agradecer, pensando en las cosas que tengo en mi día a día, y por tan cotidianas no me doy cuenta de lo importantes que son. Agradecer las cosas que sí sé hacer bien, o las que tengo hoy, y tal vez el día de mañana me falten . Espero que este pensamiento te ayude. Un fuerte abrazo.
Gracias namaca por tu aportación. Es verdad, nos cuesta tanto ser agradecidos, y el agradecer es símbolo de humildad. Estos días he debido sufrir alguna que otra humillación, y a veces he entrado en la dinámica de contrarrestar,pero luego me doy cuenta que actuando así no se llega a ningún sitio. Un fuerte abrazo.
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