viernes, 20 de marzo de 2009

Vita consecrata


"El fundamento evangélico de la vida consagrada se debe buscar en la especial relación que Jesús, en su vida terrena, estableció con algunos de sus discípulos, invitándoles no sólo a acoger el Reino de Dios en la propia vida, sino a poner la propia existencia al servicio de esta causa, dejando todo e imitando de cerca su forma de vida.....

En el Evangelio son muchas las palabras y gestos de Cristo que iluminan el sentido de esta especial vocación. Sin embargo, para captar con una visión de conjunto sus rasgos esenciales, ayuda singularmente contemplar el rostro radiante de Cristo en el misterio de la Transfiguración. A este «icono» se refiere toda una antigua tradición espiritual, cuando relaciona la vida contemplativa con la oración de Jesús «en el monte»(25). Además, a ella pueden referirse, en cierto modo, las mismas dimensiones «activas» de la vida consagrada, ya que la Transfiguración no es sólo revelación de la gloria de Cristo, sino también preparación para afrontar la cruz. Ella implica un «subir al monte» y un «bajar del monte»: los discípulos que han gozado de la intimidad del Maestro, envueltos momentáneamente por el esplendor de la vida trinitaria y de la comunión de los santos, como arrebatados en el horizonte de la eternidad, vuelven de repente a la realidad cotidiana, donde no ven más que a «Jesús solo» en la humildad de la naturaleza humana, y son invitados a descender para vivir con Él las exigencias del designio de Dios y emprender con valor el camino de la cruz." (Vita Consecrata nº 14)

1 comentario:

LO QUE SIENTO dijo...

Yo creo que el camino de la Vida Religiosa empieza por el 'estar abajo del monte', donde se debe descubrir el rostro de Jesús en el rostro roto, enfermo, gastado, ilusionado, diferente, 'maniático', aislado, alegre, lloroso... de los hermanos de comunidad. Ahí empieza esta maravillosa historia de búsqueda del rostro de Dios que es seguir a Jesucristo (en nuestro caso vivir en su obsequio). La clave es querer 'subir al monte' y comenzar a descubrir que los rasgos de ese rostro del hemano de cada día (como el pan que se pide en el Padrenuestro)no son sólo suyos, que son parte de un rostro mayor, definitivo y próximo (prójimo)que cambiará nuestra vida para siempre el día que sepamos verle sólo a El en el del hermano. Ese día, si existe, habremos llegado arriba del monte y le veremos tal cual es.
Yo sigo creyendo que este proyecto de vida, la Vida Religiosa, es un sendero adecuado, señalizado, útil, eficaz... para llegar a la cima del Monte que todo creyente quiere conseguir: el encuentro con el Señor.
Un abrazo amigo