lunes, 15 de junio de 2009

Un 4º mundo del "mobiliario urbano"



"Un día cualquiera entre semana, pasan unos minutos de las 8 de la mañana, me dirijo, como habitualmente, a toda velocidad hacia mi universidad. Siempre a paso ligero, para llegar a tiempo, recorriendo el mismo itinerario: hombre en la calle, hombre en la calle, mujer en la calle, mujer en la calle, hombre en la calle. Esas fueron, y deberían ser mis emociones diarias al venir aquí en Roma.

Pero, estoy asustado, muy asustado, me he "acostumbrado" a ellos, ya no se me revuelve el corazón, apenas siento "lástima". Los veo todos los días, paso por delante de ellos, al igual que paso por las escaleras, plaza, avenida, árboles,...

Pero, ¿qué me sucede? Me resuenan esas palabras que nos dijiste: "lo que hagáis a uno de estos pequeños, me lo hacéis a mí" Y yo, paso de ellos, es decir, paso de ti, paso de mi Señor. Del mismo que me dijo: "tuve hambre y me distéis de comer,..."

Y todos los días ahí están para recordármelo. Sólo salir y bajar por las escaleras, allí está Franco, durmiendo como casi siempre lo encuentro, sólo, pero siempre allí, con frío, con calor, siempre bajo el árbol. Algunos días esta rodeado de más gente con su misma situación, (es verdad, hoy es martes, o miércoles, y abren el comedor para dar los desayunos), pero él sigue durmiendo, sólo, y cuando está despierto, continúa sólo,... Franco podría encarnar el dibujo perfectamente. Hombre italiano, al cual no le sonrió la vida, se separó, perdió el trabajo, perdió la familia,....y.... a la calle. Él podría enseñar ese mismo letrero los martes y miércoles, cuando la plaza esta llena de gente como él, pero que hablan multitud de lenguas distintas al italiano. Pero estoy seguro que no lo hace, ni lo piensa, porque la vida le ha enseñado que no debe hacerlo, yo en cambio, sí que juzgo, si que paso de ellos, si que los rechaza mi vista ....

Continúo, muchas veces en la misma plaza hay otra persona, no la conozco, no sé su nombre, lo conocen por "aquel que siempre está borracho". Dos personas, pero, sólos. Sigo por la gran avenida, y allí está ella, la mujer viejecita con el bastón en el suelo, con sus viejos atuendos, y casualidades de la vida, 50 metros más adelante, paso por el centro nacional de seguridad. Es la hora de entrar, policias con traje, funcionarios con trajes, buenos coches, pero a pesar de haber tanta gente, allí continúa sola.

Llego a mi universidad, y en la puerta están dos personas, una mujer y un hombre, cada uno al lado de la puerta, no conozco a la mujer, el hombre se llama Giuseppe, puedo pensar que ellos están acompañados, siempre hay alguno hablando con ellos, o dándoles alguna moneda, pero, continúan sólos".

En fin, perdonad que os aburra con estas cosas, pero me preocupa, soy miembro de esta sociedad, y el individualismo me envuelve e invade mi vida. Somos una sociedad donde falta el amor.

Ya he escrito bastante, ahora os dejo una frase de la Gaudium et Spes para pensar un poco, un fuerte abrazo.

En esta génesis del ateísmo pueden tener parte no pequeña los propios creyentes, en cuanto que, con el descuido de la educación religiosa, o con la exposición inadecuada de la doctrina, o incluso con los defectos de su vida religiosa, moral y social, han velado más bien que revelado el genuino rostro de Dios y de la religión. (nº 19)

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Gràcies Xavi

MAS dijo...

Gracias Xavi por este artículo o reflexión que has compartido esta vez con los lectores de tu blog y de la manera que nos lo haces llegar, incluyendo el dibujito que abre el artículo y la cita que lo cierra.
Si me he decidido a escribir, yo que no suelo participar en los blogs que visito, es porque creo que el tema que tocas sobre el hecho de acostumbrarnos a la pobreza que vemos todos los días toma una importancia, hoy en día, para mí, extrema. Además, siento tu experiencia muy cercana. Tu artículo lo podría suscribir yo completamente, aunque yo no viva en Roma ni quizás/seguro hubiera citado la Gaudium et Spes. Y dices vivir el hecho que narras como una 'preocupación'. Así lo vivo yo también, como una realidad que martillea y desnuda siempre la conciencia y hace que me cuestione claramente mi coherencia y profundidad de fe en cada momento, como ninguna otra realidad lo consigue.
Permíteme un ejemplo de lo que quiero decir: hace pocos días, yendo a comer con unos amigos a un restaurante, muy cerca de allí, en la misma esquina aunque un poco más apartado, nos cruzamos con un indigente que dormía ente sus mantas y su basura acumulada, ocupando un amplio hueco que formaba la pared circular contra la que se había resguardado. Todos guardamos silencio compadeciéndonos cada uno del hombre, al ver esa estampa de miseria y degradación humana tan cercana. Y continuamos nuestro camino, justamente hacia un restaurante, sin hacer ningún comentario. Mi corazón, como el tuyo y como siempre, dió de nuevo un vuelco al sentir a ese hombre como mi hermano, mi prójimo por el que hacer algo, si no en ese momento pues al día siguiente o en una noche tranquila con un café caliente o en cualquier otro momento en el que hacerle sentir que no está sólo sin importarle a nadie. Que a mi Dios sí que le importa pues para mí en él está mi Dios, aunque esto último quizá no lo entienda. Mi cabeza, en cambio, le ordenó a los músculos de mi cuello que hicieran girar la cabeza 90ºy a los de mis piernas que no se les ocurriera parar ni por todo el oro del mundo. Por cierto, no volví pasados los días.

MAS (II) dijo...

(continúa)
Estaba viendo como me estaba extendiendo y por eso lo de enviar dos comentarios. Queria acabar cuestionando el hecho de que si todos los que allí estábamos nos 'com-padecimos' sinceramente de ese hombre (no lo pongo en duda) ¿qué distingue mi actitud de la indiferencia, para nada despectiva, de mis amigos?¿dónde está mi fe, entonces? o mejor... ¿de qué sirve una fe sin obras como en este caso, que me invita pero no me empuja a hacer de su pobreza la mía, a padecer-con ese que reconozco como mi prójimo?¿cuándo resucitar de una vez con Él, además de en cada Vigilia Pascual? Y tantas y tantas preguntas... Queremos tener experiencias de Dios. Yo lo tuve delante y no lo vi.
Sin querer aburrir con todo esto, como dices tú, Xavi, decir que aunque parezca que sea más de lo mismo, a vueltas de nuevo con la misma realidad, parte del día a día de muchos de nosotros... nada de eso!! Estas experiencias como la tuya, a mi modo de ver, adquieren hoy una dimensión e importancia capital y de futuro para la sociedad en que vivimos, individualista, postmoderna, en la que ya no hay ni principios, ni verdades, ni certezas absolutas, donde Dios está realmente velado. Así pues, ese camino que anhelamos muchos que conduce a Dios y a la salvación, revelando a Dios ante los ojos de los hombres con una imagen totalmente nueva, no pasa por los templos, el transmitir una doctrina, predicar moral o sostener nuestras prácticas religiosas (que también) sino, más bien, lo indispensable y decisivo hoy es el amor al pobre y al necesitado por parte de cada uno de nosotros a los hojos del mundo o a los de tu barrio o familia. Qué mejor manera de llegar a ser TODOS UNO para que el mundo crea!!
Siento de corazón haberme apropiado por un ratito de tu blog, Xavi. Tenía la fibra sensible, no he querido dejar pasar la oportunidad que nos brindas y me he puesto un poco serio, je je.
Comparto con vosotros un trozo de una canción, algo que me gusta hacer habitualmente. Creo que lo resume todo perfectamente, no?

BALANCE DEL ALMA
Mt 6, 9-15; 25, 31-46

No son historias de ayer
es la Palabra que habló:
En cada pobre que vieres,
en él has de ver a Dios
Mas si ves al mismo pobre
más pobre que tú dos veces,
mentiste al pobre y a Dios,
con él, pobre has de hacerte.

En el balance del alma
que se plantean los cristianos
nos sentimos generosos
de aquello que a otros damos.
Los pobres son siempre ajenos,
no los sentimos hermanos
y seguiran siendo pobres
a los que seguiremos dando.