Dichoso
el comunicador eclesial que busca su lenguaje en
la experiencia cotidiana de los hombres y mujeres de hoy, que
se toma unas cañas con ellos y
tiene tiempo para escucharlos en una larga sobremesa.
Dichoso
el que es capaz de oírles por debajo de sus palabras y
de captar lo que les preocupa y lo que les alegra. Su
lenguaje se irá haciendo como
la sal que se mezcla y da sabor a los alimentos, como
el pan que no puede faltar en la mesa, como
el vino añejo que sabe a fiesta.
No
así los que se refugian en el mundo de la teoría, no así. Serán
como un murmullo que adormece, como
un
signo de que se
desconoce el código, como
un anuncio del que se huye haciendo zapping.
Porque
el Señor se comunica a través de los que, como Él, plantan
su tienda en medio de la gente; pero
los que se creen que todo está en los libros nunca
aprenderán la sabiduría del Evangelio.
(Dolores Aleixandre, Bautizados con fuego, p. 130)
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