Estos días estaba dándole vueltas a la cabeza un pensamiento que me vino la semana pasada, de hecho, de tantas vueltas que ha dado el pensamiento, ya ha salido mareado, así que no sé si sabré expresar en palabras aquello que girado en mi cabeza.
Hace poco, el jueves pasado, celebramos en la Traspontina (iglesia que tenemos los carmelitas en la Via Conciliazione, muy cerca del Vaticano), el funeral de un hermano nuestro fallecido en los Estados Unidos, pero que pertenecía a nuestra comunidad (a mi nueva comunidad de Centro Internacional de San Alberto, no os lo había comunicado). Nuestro hermano, era el Padre Joaquín Smet, y con 96 años nos precedió en el Carmelo celeste.
Para los que no conocéis mucho las entrañas de la Orden, este carmelita, ha sido uno de los grandes e ilustres historiadores de la Orden, al fin puso los cimientos de una historia seria (en 4 volúmenes) de los Carmelitas, y todo lo realizó por mandato de un capítulo general de hace 60 años. Yo no lo conocí mucho, pero todos hablan maravillas de su persona, a parte de su aportación científica, era una persona de gran sencillez y humildad, que nunca se vanagloriaba de su trabajo y que trabajó hasta casi el último día de su vida.
El Padre General, en su homilía, dijo que era un hombre que hizo historia en los dos sentidos, en el científico, no cansándose de trabajar e investigar, y en el sentido de la vida, un hombre que será recordado por su modo de vivir, un hombre que ha sido una piedra viva dentro de la Iglesia y de la Orden.
Me preguntaba, ¿cómo será mi vida? ¿pasaré por la historia sin más o podré hacer mi propia historia? ¿Me recordarán al cabo de unos años, o solamente aquellos que me conocieron? Mirando un poco la historia, los grandes personajes son recordados o por su aportación intelectual (literaria, científica,...), por el poder (reyes, dictadores,...) o por su santidad. Mirándome, y reconociéndome limitado, sólo veo un camino, pero que se hace muy cuesta arriba, el camino hacia Dios. Oí una vez que una historia de un religioso, que cuando empezó el noviciado quería ser santo, luego cuando se ordenó se conformaba en ser solamente bueno y en la vejez, sólo quería ser educado.
Es difícil y arduo este camino, ojalá pudiera crecer en la perfección cristiana, espero solo poder ser recordado por aquellos que me conocen o conocerán en un futuro, y que mi semilla pueda fructificar y dar mucho fruto, espero poder ser un buen sembrador del Reino de Dios. Seguramente sean aspiraciones llenas de vanidad, el querer destacar, sí..., ahora que lo pienso sí, no es adecuado este pensamiento para llegar a la santidad, ellos nunca quisieron destacar, el camino correcto es la humildad, el morir a uno mismo (perdonad pero en mi mente me venían imágenes de heroicidad). Rezad por mí, para que se me conceda ese don maravilloso de la humildad.