Querido lector:
Se me ofrece la posibilidad de
presentarme a través de la revista de San Isidoro y creo además que es de
justicia presentarme, ya que pertenezco a esta comunidad carmelita que desde
hace más de cincuenta años lleva adelante la parroquia en la que caminas y
compartes tu fe con los hermanos.
Me llamo Javier, aunque muchos
también me conocen por mi nombre de pila, Xavi, tengo 34 años, soy de Onda
(Castellón), un pueblo con una tradición carmelita muy antigua. Mi padre ya
está jubilado y mi madre trabaja en el ayuntamiento. De mis padres he recibido
grandes cosas, me han enseñado a ser generosos, hospitalarios, las puertas de
mi casa siempre estaban abiertas a todas las personas, en la medida en la que
hemos dado, hemos recibido, me han enseñado a estar siempre disponible a
ayudar, a ver las necesidades de los demás, a vivir con sencillez, a cuidar los
lazos familiares,… pero lo más importante, con su testimonio de vida, me han
enseñado a poner a Dios en el centro de mi vida, ellos lo han hecho a pesar de
las dificultades, y esa es la mejor herencia que puedo recibir de mis padres. Tengo
dos hermanas, las dos menores que yo, y ambas están implicadas en el colegio y
parroquia carmelita que tenemos en Onda. Yo también estudié en nuestro colegio
carmelita, y desde bien pequeño participaba junto con mi familia en las misas
de la parroquia.
Es una parroquia pequeña,
familiar, cercana, en la que han pasado grandes carmelitas que han dejado
huella en mi vida. Seguramente, y desde la gran perspectiva que da el tiempo
para entender mi historia de salvación, el ejemplo de estas personas que he
encontrado en la parroquia a lo largo de mi vida han sembrado una semilla en mi
vocación, sin olvidar que la vocación es un don de Dios que la persona tiene
que acoger.
Y si es verdad que la llamada de
amor a seguirle más de cerca viene de Dios, y es el hombre el que debe saber
escucharla y acogerla, las circunstancias humanas ayudan mucho a favorecer un
clima para poder realizar la voluntad de Dios en nuestras vidas. Digo esto,
porque hay un hecho que cambió a nivel familiar nuestra relación con Dios,
profundizando la fe que profesábamos a través de un camino de iniciación
cristiana.
Cuando tenía alrededor de nueve
años, se nos invitó a hacer las catequesis de inicio del Camino Neocatecumenal,
y este hecho nos ayudó a vivir más plenamente nuestra relación de amistad con
Dios y nuestro sentido de comunidad parroquial. Todo ello fue una herencia, un
memorial que recibí desde pequeño, y que quise emprender por mi cuenta cuando
libremente, a los quince años quise hacer esas mismas catequesis que habían
hecho mis padres años atrás para poder renovar mi fe bautismal, a través de la
lectura de la Palabra de Dios, la Eucaristía y la convivencia con los hermanos
de comunidad.
Después de terminar mis estudios
en nuestro colegio carmelita, continué en el instituto de mi pueblo, fue una
época difícil, donde mis limitaciones con los estudios me pusieron en mi propia
realidad, teniendo que repetir dos cursos y separándome de muchos de los
compañeros con los que había crecido. Mientras tanto yo continuaba también mis
estudios en el conservatorio de música, era miembro de la banda de música y
participaba en el grupo Scout de mi población.
La rebeldía de la adolescencia y
la arrogancia de la juventud también hicieron mella en mi vida, no creáis que
era un santito que estaba en casa rezando el rosario todos los días, también
como joven he abusado de la noche y del alcohol, de hecho una noche de fiesta
fue el detonante de mi cambio de vida, pero eso lo contaré más adelante.
Terminada mi época de estudiante
en el instituto pasé a estudiar en la universidad Jaime I de Castellón, la
diplomatura de Gestión y Administración Pública, no era mi carrera soñada, pero
mi nota media no llegó para aquello que quería y la situación económica
familiar tampoco estaba para poder desplazarme a otra ciudad. Así que emprendí
esta carrera, que terminó gustándome en cierta manera, porque era la antesala de
unas futuras oposiciones que me aseguraban el futuro, o eso pensaba yo. Con el
tiempo he descubierto que estaba buscando seguridad, para contrarrestar mi
inseguridad, soy un chico muy inseguro, tímido e introvertido, con mis dificultades
en los estudios, sin embargo el Señor a veces se sirve de instrumentos inútiles
para hacer cosas grandes
Terminado mis estudios en la
universidad, me dediqué a opositar, fue un tiempo duro, de pasar de una gran
actividad, a tener que estar a solas muchas horas al día, un tiempo de soledad,
en la que caía en la ociosidad. Los frutos no llegaban, no aprobaba las
oposiciones, y mi mundo ideal se derrumbaba. Empecé a trabajar temporalmente en
alguna fábrica de azulejos, y también algunas horas en una frutería.
A todo eso, yo continuaba
caminado con mi comunidad neocatecumenal, y acudiendo a la parroquia para
ayudar con mi servicio de catequesis de comunión y también de confirmación,
grupos de oración parroquiales, el coro parroquial,… Pero en el fondo me sentía
vacío, porque mi historia no iba como yo quería, me gustaría tener un buen
trabajo, una novia,… Todo ello me creo un vacío interior, porque realmente, a
pesar de estar tantas horas en la parroquia, no había tenido un encuentro
personal con Cristo, lo conocía intelectualmente pero mi corazón estaba cerrado
a escuchar su palabra.
Todo eso me llevó a intentar
llenar ese vacío, pero nada me saciaba. Un día, celebrando la patrona de los
músicos, santa Cecilia, después de haber pasado toda la noche del sábado
bebiendo y continuando el domingo con una comida, me tuvieron que llevar mis
amigos, un domingo por la tarde, totalmente borracho a mi casa. No me acuerdo
muy bien de muchas cosas, pero hay una frase que dijo mi hermana pequeña, que
tenía diez años en ese momento, cuando me llevaron a casa, “¿qué le pasa al
“tete” mamá?
Esa pregunta me rondó por la
cabeza mucho tiempo “¿Qué me está pasando?”. Un día me derrumbe hablando en mi
comunidad, me di cuenta que no aceptaba mi vida, que estaba tocando fondo. Ese
día estaba el párroco presidiendo la celebración, en esos momentos era el P.
Luis Gallardo, que también ha estado en esta comunidad de Valencia. Hablando
conmigo, me invito a acudir a misa todos los días, y a dialogar con él.
La verdad es que yo nunca me
había planteado ir a misa todos los días, si es que en el fondo decía “si van
solamente cuatro abuelas”. Pero fue un gran descubrimiento, la eucaristía tomó
un nuevo sentido en mi vida, y cada vez iba con más celo a la misa de la tarde.
Al abrir mi corazón, empecé a escuchar una voz que me decía, “ven y sígueme”. Y
es verdad, no son alucinaciones, es una voz interior que me martilleaba todo el
día. También empecé a leer lecturas espirituales que me ayudaron poco a poco a
entender lo que me pasaba, el Señor me estaba llamando fuertemente y yo me
resistía.
Un día, el P. Luis me invitó a
acudir a conocer nuestro seminario carmelita de Salamanca. Así que en el mes de
febrero, acudí a la preciosa ciudad del Tormes para conocer cómo vivían el
carisma carmelita esa comunidad del seminario. Fue una experiencia impactante,
un grupo de jóvenes que me acogieron con los brazos abiertos, me impresionó la
fraternidad que se respiraba en el ambiente, la alegría con que se vivía, la
forma de rezar, lentamente y con solemnidad, dejando espacios de silencio para
poder escuchar a Dios. Durante las dos semanas que estuve, pude leer la regla
Carmelita, las Constituciones, y algún que otro texto más que ahora no recuerdo.
Ello me ayudó a comprender la belleza del Carmelo, en el que se equilibra de
forma maravillosa la acción y la contemplación, y todo ello a través de la
oración, la fraternidad y el servicio.
Estamos en el año 2005, ese año
coincidía con la Jornada Mundial de la Juventud en Alemania, fue justamente esa
peregrinación de jóvenes el empujón último que me ayudó a dar el paso decisivo
para tomar un camino de vida muy distinto del que toman muchos jóvenes hoy en
día. Elegí tomar el camino de la pobreza en medio de un mundo capitalista que
no se cansa de decirnos que tenemos que consumir cada día más. Elegí vivir la
castidad por el Reino de los cielos en medio de esta sociedad que vive una
sexualidad desenfrenada, donde ha pasado a ser el “opio del pueblo”. Y
finalmente opté por la obediencia cuando hoy en día lo que importa es siempre mi
propio pensamiento y opinión, sin someterme a nadie. Y todo eso lo elijo por
amor a Jesucristo, para seguir sus pasos, y poder ser merecedor de llegar a la
cumbre del Monte Carmelo.
El quince de septiembre de 2005
tomé un autobús camino a Salamanca para entrar en el seminario, a empezar una
nueva etapa de mi vida. En Salamanca estuve tres años, dos años de estudios
filosóficos y uno de noviciado. Fueron unos años llenos de felicidad, sobre
todo el año del noviciado, fue un tiempo de gracia, donde realmente me sentía
cercano a aquel que me enamoró con su llamada.
Después me enviaron a Roma a
hacer los estudios teológicos, empezaron también a derrumbarse ideales, no todo
era un camino de rosas en la vida religiosa. Primero me sacaron de Salamanca
donde estaba tan bien, a un país extraño para mí, donde otra vez mis
inseguridades afloraron, tenía que aprender a expresarme en un nuevo idioma, a
aceptar otras mentalidades y otras formas de vivir el carisma carmelita, tuve
que adaptarme a vivir en un convento donde vivíamos muchos jóvenes carmelitas
de distintas nacionalidades, donde todo era más impersonal, donde otra vez me
encontré con mi soledad. Los primeros años fueron de purificación personal, que
me ayudaron a buscar realmente lo que verdad importa, mi relación personal con
Dios, y a no poner mi corazón en afectividades y en estructuras exteriores.
En Roma estudié teología y
también la licencia en teología espiritual, todo ello en la prestigiosa
Universidad Gregoriana. Esto lo digo, no para vanagloriarme, sino para que veas
como Dios construye la historia. Toda las dificultades que tuve con mis
estudios desde bien pequeño, de hecho quise dejar los estudios ya con catorce
años, harían imposible pensar que terminaría haciendo una carrera civil, y
después ocho años más de estudios teológicos de gran nivel.
Finalmente, pude terminar este
proceso de estudios, en lo que lo más importante no es el contenido material
que uno pueda aprender, sino más bien, en este tiempo, uno aprende a madurar su
relación íntima y personal con Dios, ya sea a través del estudio, ya sea a
través de la oración. Durante todo este proceso vocacional, empecé a avanzar en
el camino. En primer lugar hice mis votos simples después de terminar el año de
noviciado, en el 2007, donde a través de la profesión temporal, me comprometí a
seguir a Jesús con los votos de la vida religiosa. Más tarde, en el 2011, y a
pesar de las dudas que surgieron por el camino, decidí dar el paso definitivo
con la profesión solemne, cuando entré definitivamente y de por vida en la
Orden del Carmen. En el 2012, me ordenaron diácono en esta misma parroquia de
San Isidoro, y el cinco de julio de este
año me ordenaron sacerdote en mi pueblo natal, en Onda.
Llegué a la parroquia el pasado
nueve de octubre, siendo mi primer destino, siendo casi desconocida para mí la
parroquia y la ciudad. Me han encomendado la tarea de vicario parroquial para
ayudar al párroco, en la medida de mis posibilidades y de mi inexperiencia, de
momento mi primer año lo quiero dedicar para ver y escuchar, para poder conocer
la parroquia. Si después continúo en la parroquia, tenemos capítulo provincial
en abril y nos pueden cambiar de destino, juzgaré si puedo aportar algún cambio
en la pastoral práctica, y finalmente, con el consentimiento de la comunidad
carmelita, podré actuar.
A parte de ser vicario
parroquial, estoy de sacristán, llevando la gestión de la sacristía, también
estoy encargado de la pastoral vocacional y de los grupos de jóvenes. Eso en lo
referente al trabajo parroquial. Dentro de la comunidad, soy el bibliotecario,
y estoy catalogando los libros e insertando los datos de todos los libros en la
red de bibliotecas carmelitas, a parte estoy organizando el archivo de la casa.
A nivel provincial estoy intentando llevar adelante la renovación de la página
web de la provincia y ayudando a lanzarnos en las social network, que todavía
no hemos empezado con este trabajo seriamente.
Se habla de nueva evangelización,
y sin lugar a dudas, la mejor evangelización es el testimonio de una vida
santa, pero hoy en día creo que evangelizar a través de las redes sociales es
muy importante para hacer llegar el mensaje cristiano a los más jóvenes. Nuestras
provincias carmelitas de EEUU han comprobado que la mayoría de las jóvenes
vocaciones que han entrado en el seminario, encontraron la espiritualidad y el
carisma carmelita a través de las redes sociales.
Quisiera terminar con una llamada
personal a aquellos jóvenes que puedan leer estas líneas de esta humilde
revista. No sé cómo ha llegado a tus manos esta revista, la cogiste en la
parroquia, o quizá algún familiar la ha traído a casa. Solamente quiero
decirte, que Dios no defrauda, de todo lo que se nos ofrece en la sociedad hoy
en día, lo único que satisface es un encuentro personal con Cristo en nuestras
vidas.
Es difícil responder con un sí a
la llamada de Dios, tantas veces la hiperactividad con que nos movemos nos
impide escucharlo en nuestro interior, la sociedad en la que nos movemos ve con
malos ojos todo signo que hable de Dios, nadie habla de temas de Iglesia si no
es para criticarla o atacarla. Yo te invito a que no tengas miedo, a que seas
testimonio de Dios con tu vida, con tus palabras y obras, y si además crees que
el Señor te está llamando a seguirlo de cerca, imitando su vida, te invito a
que hables con alguno de los sacerdotes, quizá una palabra pueda cambiar tu
vida.
Fraternalmente vuestro hermano en
Cristo Jesús.
P. Xavier Varella
Monzonís, O. Carm.
Parroquia de San
Isidoro Obispo, Valencia
14 de noviembre de
2013.